Los erizos antes, no eran como los de ahora. Tenían un pelaje suave y se dejaban acariciar con ternura. Por eso, cuando alguien encontraba uno se lo llevaba a su casa, lo metía en una jaulita preciosa y le daba de comer durante el resto de la vida del animalito. Sólo que, en tan amable situación, nadie pensaba en la reproducción de la especie y cada vez había menos. Por no se sabe qué mutación genética, uno de ellos nació como los que ahora conocemos. Y a la madre, la comadrona, el padre y cuantos fueron a visitar a la familia a partir de entonces, les produjo tanto miedo ver el aspecto intolerante del nuevo que a todos, todos, se les pusieron los pelos de punta para siempre.
Y resultó práctico a la hora de defenderse. Así que aquella mutación genética tal vez no fue una casualidad, porque permitió la supervivencia de la especia, sin cariños opresores.
miércoles, 13 de octubre de 2010
¿UNA CASUALIDAD?
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